Comentario
El VI Ejército (von Paulus) debía apoderarse de Stalingrado, con su flanco protegido por las tropas rumanas, húngaras e italianas. El Ejército Rojo cedió terreno, retirándose, a finales de agosto, hasta la ciudad, convertida en guarnición (Chuikov) y preparó una defensa casa por casa sin que los alemanes, aunque acumularon esfuerzo y material, pudieran acabar con ella. El estado mayor general soviético (Zhukov, Vasilevsky y Voronov) aprovechó el tiempo que le proporcionaba la resistencia de Stalingrado para formar una enorme masa de 150 divisiones y 5.000 carros. Durante semanas, por los malos caminos de la estepa y aprovechando la oscuridad de la noche, los soviéticos aproximaron miles de soldados, cañones, carros y el material correspondiente a Stalingrado. El 20 de noviembre, los rusos (Rokossovsky) atacaron y arrollaron a las tropas búlgaras y el 21 cortaron las dos vías férreas que comunicaban la ciudad.
El Ejército Rojo ejecutó entonces una operación de tenaza, como tantas otras de la Wehrmacht en Rusia, y, el 5 de diciembre de 1942, el VI Ejercito alemán, que asediaba Stalingrado, quedó a su vez cercado. Von Paulus pretendió atacar y romper una rama de la tenaza para librarse y retroceder hacia la retarguardia, pero Hitler no lo autorizó porque consideraba que Stalingrado era un símbolo que no podía perderse. Ordenó así trasladar tropas para crear un Grupo de Ejércitos del Don (von Manstein), encargado de liberar la ciudad. La operación comenzó el 12 de diciembre y von Manstein, con gran habilidad, logró situar sus blindados a 20 kilómetros de los sitiados, hasta que la presión enemiga y el mal tiempo le obligaron a retroceder.
Rusos y alemanes continuaron su lucha en el interior de Stalingrado, en condiciones dantescas, aunque el VI Ejército alemán estaba irremisiblemente perdido. Los rusos amenazaban ya la retaguardia de los ejércitos alemanes del Don inferior y el Cáucaso, que se salvaron, momentáneamente, por su tenaz resistencia. En enero de 1943, cuando ya corrían peligro de quedar cercados, Hitler autorizó su retirada. En Stalingrado, el 31 de enero se rindió von Paulus y, el 2 de febrero, el resto de sus tropas. La obsesión de Hitler por Stalingrado costó a sus tropas 100.000 muertos y 130.000 prisioneros, de los que miles murieron en las primeras semanas de cautiverio. Era el momento del gran viraje. El Eje ya no sería capaz de reponerse de este revés.
La campaña submarina alemana, entre 1939 y 1942, hundió 16.500000 toneladas de mercantes, y planteó el problema de la necesidad de producir más barcos que los perdidos. No obstante, el Imperio Británico, los Estados Unidos y la URSS representaban un potencial humano y productivo muy superior al de Alemania, que se vio abocada a una situación comparable a la que provocó su ruina en 1914-1918. Desde el momento en que la blitzkrieg no puso de rodillas a sus enemigos, Alemania se vio obligada a mantener largas campañas en Africa y Rusia y a empeñarse en su clásica guerra submarina. Sin una buena flota de superficie, el Reich no podía proteger a los convoyes que navegaban hacia Africa ni estrangular el comercio británico y quedaba enfrentada a una guerra contra el tiempo.
La guerra prolongada favorecía a la URSS que, en julio de 1941, firmó un pacto de asistencia mutua con Inglaterra y otro con el Gobierno polaco de Sikorski que, en el exilio de Londres olvidó los agravios rusos para oponerse a los nazis. En diciembre de 1941, cuando los alemanes avanzaban contra Moscú, Stalin prometió liberar a todos los prisioneros polacos y permitir la creación de un Ejército polaco libre, mandado por el general Anders, hasta poco antes preso en una cárcel soviética.
El III Reich era uno de los padres de la moderna propaganda. Sin embargo, sus efectos fueron anulados por una estúpida combinación de ferocidad nazi y militarismo prusiano, que despertó el odio de las poblaciones de los países ocupados y estimuló la resistencia. La vesania no fue exclusiva de las SS sino también de las autoridades militares, conocedoras de los campos de concentración organizados por la milicia nazi desde 1934. Sin embargo, en diciembre de 1941, el mariscal Keitel autorizó su actuación arbitraria y encargó a las SS la seguridad de la retaguardia rusa, con la consecuencia de que, un año después, el terror sistemático y el asesinato masivo eran normales en los territorios ocupados por la Wehmarcht en los países del Este, donde se mató masivamente a los grupos humanos considerados disidentes, inferiores o nocivos para el Reich o sus colaboradores.
El nazismo potenció además las instituciones represivas interiores. Heinrich Himmler dirigía la Gestapo (policía) y las SS (milicia del partido) que absorbieron al Reichssicherheitshauptamt (servicio de seguridad del Estado) al comenzar la guerra; en octubre de 1939, Himmler fue nombrado comisario del Reich para la Consolidación de la Raza Alemana, con atribuciones para exterminar y deportar poblaciones enteras. Desde finales de 1941, comunicó a ciertos generales su encargo de preparar el exterminio masivo de los judíos, entonces amontonados en guetos y cuya supresión se trataba como un asunto interno.
A principios de 1942, el exterminio de los judíos y otros grupos inferiores fue estudiado por representantes de todos los Ministerios y se planificó cuidadosamente. Las poblaciones de la Europa oriental fueron las que más sufrieron los efectos de la aplicación de las teorías racistas, especialmente los rusos. En territorio de la URSS, más de dos millones de prisioneros de guerra fueron asesinados o dejados morir de hambre o abandono y los comisarios políticos, fusilados sistemáticamente por el Ejército al ser capturados.